Nuestra historia

In Vitro Felicitas nace a partir de una serie de conversaciones entre Alejandra Costa y Álvaro Flores sobre temas cercanos y personales para ellos. Poco después, la guionista Suzie Houlihan se subió a bordo del proyecto para desarrollar la historia. Seguido de esto, nuestro director Cyrus Mirzhafa se unió a nuestro grupo de cuentistas. 

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Esta es nuestra historia en acción.

Nuestras historias juntos

Creemos que compartir nuestras historias sobre la dificultad para conseguir el embarazo, sobre formar una familia o decidir no tenerla permite a quienes las escuchan y se encuentran en la misma situación saber que no están sólos. También les puede mostrar una luz al final del camino y abrir la posibilidad de una ruta de acción distinta y que quizá anteriormente no se habría considerado.

 

Nuestras historias tienen el poder de sanar. 

Si deseas contribuir tu historia para que otros las lean o escuchen, por favor hazlo. Nosotros las compartiremos en nuestro blog o las leeremos en voz alta en nuestras redes y tú puede decidir mantenerte anónimo al no escribir tu nombre en la forma.

Puedes también simplemente compartir tu historia con nosotros a manera de ejercicio de sanación para tí (asegúrate de mencionarlo al escribir tu historia). 

¡Gracias! Thank you!

*Aclaración: Nosotros no ofrecemos apoyo psicológico, ni profesional. Sólo un espacio para compartir. 

Historias compartidas

Nunca pensé que sería padre, pero es la bendición más grande que me ha dado la vida.

Soy actor, tengo 43 años, soy padre de dos niñas (y de otros 4 embarazos que no lograron ser… y que aún los tengo en mi mente y en mi corazón. Nunca los olvido).

Crecí con la idea que alguien me pasó (porque a su vez alguien se la pasó a él) de "no tengas hijos hasta que hayas logrado el 'éxito laboral'". Un consejo sensato, quizá. Pero un mal consejo. Si me hubiera esperado a ese éxito jamás hubiera tenido la bendición de ser padre. Jamás habría experimentado ese amor incondicional que emana de esta experiencia y el compromiso al que a su vez me enfrenta para intentar ser mi mejor versión. Jamás habría tenido esa suerte.

 

Mi esposa y yo tuvimos “suerte”.

Nos casamos hace casi 10 años y durante los primeros 5 años no conseguimos un embarazo exitoso para dar a luz. Ha sido un camino difícil, con mucho dolor, con duelo, con sueños rotos y hasta que no lo caminas con tus propios pies no te das cuenta lo importante que habría sido prestarle atención a los temas con los que nos topamos y hablar abiertamente sobre ello en tus 20s, o quizá antes. A conciencia, con información real, sin juicios y escuchando la experiencia honesta de otros. La biología no miente, tampoco la historia de la humanidad.

 

Yo creí que sería joven por siempre, sin ninguna otra responsabilidad más que el ver por mí mismo e ir de flor en flor porque lo importante era mi carrera de actor. Y creí que había que sacrificarse por el arte (mal consejo) para poder conseguir el éxito (otro mal consejo, que aparte es subjetivo).  Quizá esta fue una manera de evitar responsabilizarme de mi vida y de tomar el siguiente paso en el desarrollo humano. Para crecer. Por miedo. O quizá fue porque inconscientemente escuché más las voces de aquellos que se quejaban de su vieja, de sus niños, del marido. Tal vez ellos lo hacían a manera de broma o tal vez realmente se quejaban, pero yo lo interpreté así. Escuché inconscientemente e inconscientemente tomé decisiones que me implicaban a mí y me costarían más delante.

 

Mi esposa y yo tuvimos “suerte” porque aunque no conseguimos ayuda del gobierno a través del seguro social (que en teoría para eso se pagan impuestos), tuvimos las posibilidades económicas de acceder a la fertilización in vitro por donación de óvulo. Una decision difícil que nos tomó cerca de un año en llegar.

 

Después de innumerables citas con doctores “expertos” en México y Reino Unido que cobraban un ojo de la cara por una corta cita de 30 minutos para en su mayoría ser condescendientes contigo y con tu esposa, que no escuchaban, que no la escuchaban a ella, que se paraban endiosados sobre un altar porque sólo ellos sabían cómo ayudar y aparte tenían el descaro de avergonzarte por no haber llegado con ellos antes. Después de todo eso logramos encontrarnos con un par de doctores que nos cambiaron la perspectiva.

 

El primero fue un doctor en un hospital del área de fertilidad del NHS (seguro social) en Reino Unido. Nos dijo “ustedes deben decidir si lo que quieren es embarazarse o formar familia. Si lo que quieren es realmente formar una familia, entonces también pueden considerar la donación de óvulo/esperma, la subrogación, la adopción, el cuidado de crianza.” Cuando nos dijo esto casi me le aviento encima a golpes. Porque dolió su falta de tacto, el que nos descartara de un embarazo tradicional y por cuestionarnos después de haber pasado por tanto. Por ser tan frío y desconsiderado con mi esposa. Pero el lenguaje médico es eso. Clínico. Frío. Es real. Y el tenía razón. Aún nos quedaban más opciones para intentar formar una familia.

El segundo fue una doctora en una clínica privada de fertilidad en España. Mi esposa y yo aún no estábamos 100% seguros de querer seguir esa ruta. Le pregunté a la doctora por qué la gente donaba. Me contestó que muchas mujeres donaban porque familiares suyos no habían podido tener hijos, o porque ellas mismas habían abortado en el pasado y esta era su manera de re-balancear las cosas. Seguido de esto tambien nos dijo  “nos encanta que nos traigan a los bebés a la clínica una vez que han nacido para poder conocerles”. Esto explotó mi cabeza y me hizo brotar las lágrimas. De repente entendí que existía todo un equipo de gente haciendo de su misión de vida el ayudarnos a traer a nuestro bebé a la vida. De repente sentí que había todo un equipo animando, echando porras para que nuestro bebé cruzara la meta y naciera. No sólo eramos mi esposa y yo.

 

También recurrimos a la ruta holística/espiritual. Hicimos constelaciones familiares, ceremonias con plantas medicinales, retiros, trabajo interno, limpias con chamanes. Personalmente estoy convencido que todo esto ayudó cuando las probabilidades no estaban a nuestro favor. Y definitivamente nos ayudó a darle un mayor sentido a la vida, a entender que la vida es mágica y sagrada, y a traernos un poco de paz espiritual en un proceso que a ratos era muy tormentoso.

 

Es verdad que el tiempo es oro, desde que nacemos, pero en especial para el embarazo. Es verdad que a partir de los 25 años la fertilidad de la mujer cae rápidamente. Es verdad lo del reloj biológico. Es verdad que las hormonas son hormonas pero son parte de la mujer. Es verdad que las mujeres son super naturales, que son super héroes pues pueden crear vida, nutrir y dar a luz. Y es verdad que cuando el instinto llama es más fuerte que la razón.

 

Es verdad que el hombre no puede más que acompañar a la mujer en esta etapa y sentirse inútil porque no puedes hacer nada práctico por tu pareja en los momentos difíciles más que intentar estar. Con el corazón, protegiendo a tu pareja lo mejor que puedes, pero también con tu vulnerabilidad como nunca la habías sentido.

 

El período de intentar embarazarse es muy duro cuando el tiempo no esta de tu lado, porque al tiempo no le importa. El período de preparación para la fertilización in vitro es muy duro, porque la mujer tiene que inyectarse y tomar todo tipo de medicina por todo orificio, y porque a veces la preparación o la transferencia no funcionan y hay que intentar de nuevo. Y es caro. Muy caro.

 

El embarazo es muy duro porque las náuseas matutinas no tienen horario, porque es difícil. Porque el cuerpo de tu mujer cambia completamente, porque tu pareja cambia y ya no son sólo dos. Todo esto es muy difícil para la mujer, en su cuerpo, en su mente, en sus emociones. Y el hombre solo puede acompañar e intentar aminorar la carga. E intentar tomar su lugar como un hombre de bien.

 

Mi esposa y yo tuvimos “suerte”. Logramos conseguir dar a luz a mis 38 años (44 para mi esposa) y de nuevo tres años más tarde, pero me rompe el corazón pensar que habrá gente que llegue a este punto por no haber tenido antes una conversación al respecto, consigo mismos o con su pareja, y ahora les sea demasiado tarde. Porque ya se les haya pasado el tiempo o porque no haya económicamente una manera de conseguirlo.

 

Cada vez que hay oportunidad intento hablar de esto, esperando que a través de mi experiencia alguien pueda decidir antes. Conscientemente. La decision que sea, pero que sea a consciencia. Porque así no habrá remordimientos o culpas. 

 

Ser padre es lo mejor que me ha sucedido. Me confronta con mi padre, con mi madre. Me confronta con mi niño herido, con todo aquello que no he resuelto. Me hace ver que el único que puede sanar mis heridas soy yo. Me empuja a trabajar por ser la mejor versión de mí. No hay ningún otro responsable de mí más que yo. Mis hijas son mis mejores maestras y cada vez que caigo, cada vez que fallo, que es muy seguido, ellas me recuerdan que debo levantarme y volver a intentar.

 

No existe palabra más dulce a mis oídos que oír en la voz de mis hijas el decir “daddy”, “papá”. Trabajar con grandes compañías y en grandes escenarios palidecen en comparación con la hora de la leer historias a mis hijas antes de dormir. Con caminar agarrado de la mano de mis hijas. Le regresa a la vida su sentido inicial.

 

Por ellas, por mi esposa y por mí.

 

@alvarofloresactor

 

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